La frágil vista a la ventana
Ya estaba por irme, ya lo había decidido. Tenía todo conmigo en ese momento: dinero a montones, llaves, el coraje y la nena en brazos. Pude haberme ido lejos y no regresar hasta un instante cercano en nuestra historia. Pude haber regresado por cualquier otra cosa. Pude hacer un viaje largo o uno bastante corto, pero la historia es que tuve que haberme ido. ¿Porque no me fui?
Ni yo misma lo sé.
En lugar de un sano final de capítulo en otro de nuestros rounds vespertinos, se me obligó a quedarme... a hacer nada. ¿Cómo dijiste?... ya no recuerdo si fue una amenaza, un guiño perverso, un arrebato, algo que me dejó desprotegida. No lo sé. Creo que ahorita me viene a la mente una escena que pudo haber sido posible, en donde tu quedas en ridículo por llegar solo, porque ese es el miedo que tienes, a que los demás vean que fracasaste conmigo, creo que en realidad todo mundo lo sabe, o por lo menos lo espera porque dentro de tu mundo perverso todo mundo cree que tu eres un fracasado y tu lucha interna es llevar al fracasado al éxito. Si es posible, conmigo a bordo.
Leí en uno de esos librillos baratos de la sección de auto-compasión en el súper (yo no lo compré), que al parecer tengo que hablar propiamente a todos los que me rodean, que nunca debo gritar, que nunca me debo tomar nada a personal, que nunca debo tomar decisiones enojada, que nunca debo preguntar el porqué si veo que todo indica estar mal, que no debo dejarme derrotar por nadie, que debo de dar siempre el máximo y de más sarta de porquerías que me dejan pensando... que para ser buena, no debo hacer nada. Quedarme como vil estatua a recibir la bofetada de la vida mientras recapacito y veo siempre el lado bueno. Fuck them.
Si mal no recuerdo, lo que provocó tanta ira la tarde pasada fue por estar completamente callada mientras tu me decías la verdad que yo ya sé... y es la verdad que más me duele.
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